El Mito de la solidaridad

 

En las postrimerías del año 2020, tuvieron cabida hechos los cuales afectaron a las poblaciones vulnerables que coexisten en nuestra localidad, tanto el inmigrante como la persona en situación de calle fueron testigos impotentes de la demolición de sus viviendas, de su expulsión de los espacios públicos, del desalojo de lo que ellos significaban como hogar.

Sin embargo, no es en ese aspecto al cual nos queremos enfocar, sino en la otra vereda, en el ciudadano promedio, corriente, en el común Ariqueño, aquel amparado y refugiado por la ignota manta de la normalidad.

Fueros numerosos los comentarios en R.R.S.S de aprobación, promoción y felicitación ante el desalojo y expulsión del áporos y el xenos, reiterados los: “por fin” , “ no trabajan y les dan comida” “ aún falta a sacar a los de…”, “ vienen a quitar el trabajo”, “ no aportan nada”, “ primero los chilenos”, “ por qué no reclaman derechos en su  país”, entre otros tantos dichos visualizados.

Hecho no menor, ya que el chileno se percibe y precia de ser solidario, es más, existe la contradicción de que independiente de las distintas formas de percepción y práctica de solidaridad, el ciudadano practica la que menos valora, la regulada por el mercado (donación de vuelto)[1]. Variadas reflexiones podemos inferir y extraer de lo mencionado, sin embargo, será menester para otra ocasión.

Contradicción preocupante, ya que si se menciona el hecho de que “primero los chilenos” y a la vez celebramos la expulsión de una persona en situación de calle (chilena a todo esto) de su carpa, ruco o morada, no estaríamos dejando en primer lugar al chileno para ocuparnos de su situación, sino todo lo contrario, estaríamos desentendiéndonos de éste.  Se estaría cumpliendo lo dicho en la Fabula Orwelliana, todos los chilenos son iguales, pero ¿Hay chilenos que son más chilenos que otros?, por otro lado, el “no vienen a aportar en nada”, da a entender que seremos solidarios y atentos con otros en la medida que nos dé una retribución   a cambio, ¿Es esa una práctica solidaria legítima? ¿No pierde el factor ético el acto solidario en la medida que esperamos algo a cambio de éste?

                ¿Será esto lo que Cortina denomina “¿Aporofobia”, y lo anterior ejemplos de discursos de odio? [2], ¿Será tal vez que el ciudadano Ariqueño no solo aprueba, también promueve tales actos hacia esta población?

Respecto al extranjero y la apatía hacia este, recuerdo haber visto tanto en televisión y en R.R.S.S. la indignación de lo sucedido con el caso de Aylan Kurdi, niño de 3 años aparecido ahogado en una playa de Turquía, ¿No genera la misma indignación y estremecimiento ver a un niño siendo testigo del cómo se es demolida su casa? Enfatizo que sería ideal que toda persona ingrese de forma regular al país y que las tazas de delincuencia sean las mínimas, pero el ideal es eso, una quimera, ¿Existe solidaridad con esos inmigrantes?

¿Por qué genera tanta indignación que se le entregue algún tipo de ayuda a un inmigrante o persona en situación de calle y no genera la misma molestia respecto al hecho de que la vivienda no sea un derecho garantizado? ¿Preferimos ver gente mendigando a que se le den algún tipo de acceso a oportunidades?

Insisto, no es el hecho de justificar actos de delincuencia, ya sea de extranjeros o chilenos, ni tampoco abanderarme en una postura de defensa, de una temática de migrantes de las cuales no soy perito, a lo que apunto es a lo que trataré de analizar a continuación.

Para favorecer la interpretación que deseo exponer, me es menester quedarme con la definición de la Rae, en cuanto a solidaridad: “Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros”, lo cual me da a entender que en la medida que me una al interés o campaña de alguien estoy siendo solidario con este, amputando el carácter ético y moral con el que se visualizaba a este concepto. Solidaridad reflejada a modo de ejemplo en la “ Teletón” o al  “Levantemos Chile”, nos adherimos a esta causa y estamos siendo solidarios porque estamos a favor de estas, pero así como nos adherimos a las ya mencionadas, puedo adherirme en solidaridad a situaciones que vayan en menoscabo  de ciertas poblaciones, como unirme a una   junta de vecinos para expulsar a la persona que vive en el parque o que habita en una casa de manera irregular, estaría siendo solidario con mis vecinos, aun sabiendo que genero una resta en la calidad de vida de la otra persona.

¿Seguiríamos siendo solidarios con ese otro, que en realidad de otro no tiene nada, -ya que socorremos a aquel que más se nos parezca en cuanto a creencias, pensamiento, apariencia y nacionalidad-, en la medida que sepamos que no nos suma ni aporta nada a nuestra causa? Si la respuesta fuera negativa, ¿No estaríamos siendo egoístas e interesados en cada acto solidario?

Por lo tanto, ¿es correcto arrogarse un estado de buen ciudadano por el hecho de hacer un acto solidario? En lo personal,  lo que quiero lograr con estas palabras es arrancar las alas a aquel ángel de la solidaridad, dar a reflejar que el ariqueño efectivamente puede ser solidario, pero solidario con aquello que lo refleje y se le parezca o pertenezca .No estoy señalando que seamos malos ciudadanos, pero sí estoy señalando que pensemos si efectivamente estamos haciendo el “bien” como ciudadanos, ya que al no pensar estas situaciones, tal vez estos discursos de odio que hay en  las redes sociales, tanto xenofóbicos como aporafóbicos puedan desencadenar en “actos de odio” y sin ser exagerados, para que podamos  evitar, como señalaba Arendt en su análisis de  la Banalidad del Mal , que ciudadanos promedio cometan los más abyectos actos posibles.

[1] Román, J. A., Ibarra, S., & Energici, A. (2014). Caracterización de la solidaridad en Chile: Opiniones y percepciones de los habitantes de Santiago de Chile. Latin American research review, 197-220.

[2] Cortina, A. (2017). Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la Política

 

Jose Jirón Diaz

La eterna Primavera no es para todos

 

La eterna Primavera no es para todos

Los hechos de desalojo de personas en situación de calle en el borde costero y en algunos puntos de la ciudad de Arica, ponen en la palestra la forma en cómo nos relacionamos con las problemáticas sociales y la extrema pobreza en nuestra región. Esto nos invita a preguntarnos cuán preparados estamos como comunidad para enfrentarnos a un fenómeno que lejos de desaparecer, aumenta sigilosamente al llegar a posicionarse como una más de las tantas problemáticas sociales que prevalecen en nuestra ciudad: las personas en situación de calle.

Según el Registro Social para Personas en Situación de Calle, Arica es la cuarta comuna con mayor presencia de personas en situación de calle a nivel nacional con 549 personas registradas, estando por sobre comunas como Puente Alto y Recoleta, las cuales son reconocidas por sus altos índices de personas que viven esta extrema situación de vulnerabilidad. Estas cifras son alarmantes pensando que hablamos de un conteo realizado hasta mayo del año 2019 y donde no están considerado los efectos de la pandemia y las consecuencias de los procesos migratorios, que sin duda han aumentado exponencialmente la cantidad de rucos y personas pernoctando en la vía pública. Este escenario trae consigo una serie de interrogantes sobre cómo las instituciones públicas están pensando los procesos de intervención, principalmente los desalojos que están al límite de la vulneración de derechos de quienes ya se encuentran vulnerados.

Son llamativas las justificaciones en pro de la “imagen ciudad” de actores sociales apoyados por parte de la comunidad ariqueña, respecto a la desocupación de espacios públicos y el desalojo de rucos de personas en situación de calle, muchos de los cuales no cuentan con alternativas de habitabilidad, sean estos por una falta de cobertura en la oferta tanto pública o privada (como lo es hoy nuestra realidad regional) o por rupturas familiares que han condicionado a la situación de calle. De una u otra manera, vivir en la calle no pasa por una mera alternativa entre una multiplicidad de opciones a considerar. Sin ir más lejos según el segundo catastro para personas en situación de calle realizado por el Ministerio de Desarrollo Social en el año 2012 más del 80% de las personas encuestadas no quieren vivir en la calle, lo que nos permite tomar un marco referencial que promueva la comprensión de la problemática, y nos libere del yugo de los estigmas sociales y el prejuicio.

Como organización nos preguntamos ¿se están dando soluciones concretas de resguardo y protección a quienes viven el desalojo?, ¿ el desalojo, es una solución real para la problemática de la situación de calle o se traslada el problema a otro sector de la ciudad?, ¿estamos determinando nuestra imagen ciudad por esteticismos o por valoraciones culturales?

Estamos interesados en adentrarnos en la comprensión de la Situación de Calle en nuestra región, convencidos que para instalar respuestas concretas y efectivas que realmente resguarden, protejan y no promuevan vulneraciones, es necesaria en primera instancia, la comprensión y sensibilización por parte de la comunidad, pero principalmente de las entidades públicas a través de un enfoque de derechos. Solo de esta manera dejaremos que las personas en situación de calle sean el chivo expiatorio de cada problema social donde el responsable es el estado.

 

Jaime Jachura Godoy

Narciso Moderno

 

Es de un saber general el mito al que se hace referencia, sin embargo, no está demás volver a estudiarlo, entenderlo, comprenderlo, analizarlo, y hacer un intento de aterrizarlo con el fin de entender de mejor manera la perspectiva de donde apuntan las siguientes palabras.

El mito trata de un joven llamado Narciso, hijo del dios Boecio del río Cefisio y de Lirope Ninfa acuática. Tenía una hermosa apariencia, una belleza excelsa que llegaba a enamorar tanto mujeres como hombres; no obstante, aquella envidiable hermosura era a la vez motivo de un gran defecto, ya que al no tener parangón, generó en Narciso una naturaleza arrogante, que solo provocase que se amase a sí mismo, que solo se desease a sí mismo, que solo se quiera a él y solo a él, ignorando a pretendientes, ignorando a los otros.

 

La historia introduce a la Ninfa Eco, aquella de hermosa e irresistible voz, lo cual provocó celos en la diosa Hera, motivando a que ésta la castigara restringiendo su mayor cualidad. Así Eco, solo podía repetir la última palabra escuchada con quien haya mantenido un coloquio. Así Eco, estaba condenada a nunca poder tomar la iniciativa en una conversación.

 

En una ocasión en un bosque, Narciso rechaza a la Ninfa, provocando que ésta por la tristeza se recluyera en una cueva, desvaneciéndose hasta quedar hecha piedra, quedando solo de ella el eco de su hermosa voz.

En retaliación, la diosa Némesis hace que Narciso se enamore de su imagen reflejada en las aguas de un río, y una vez tan absorto en su figura, acaba arrojándose y falleciendo en ellas. Desde ese instante, de esas aguas, nace la flor conocida como Narciso.

 

¿Cuál es la finalidad de volver a contar esta sabida historia? ¿Con qué tiene relación lo que se contó? ¿A quiénes aluden los personajes presentados?

La finalidad de este relato va en relación con una figura que en tiempos actuales reflejaría a un narciso moderno, una figura muchas veces preocupada de resaltarse, más que de entregarse. Una figura dedicada a la ganancia, más que a las problemáticas. Una figura que llamaremos profesional, al menos en lo que nos respecta, al profesional del área social.

 

El ser profesional conlleva el haberse entregado al conocimiento de una ciencia en particular, el haber abrazado los saberes que componen aquella rama que se dedicó a estudiar. Sin embargo, ¿no es acaso la búsqueda del conocimiento el entregarse a una vida llena de problemas, ya que se deja de ignorarlos y se empieza a identificarlos, a verlos y entenderlos? Problemas los cuales muchas veces acaban terminando en la irresolución: pobreza, violencia, discriminación, vulneración, entre otros. ¿No es acaso una incongruencia el deseo de llenarse de riquezas, el deseo de “ganarse la vida fácil”, el deseo de “vivir una vida relajada”, con el hecho de haberse sumergido al saber de su profesión en particular? Ya que aquel profesional que dedicó su vida a un problema, muchas veces termina topándose con muchos más, que con el que inició.

Más lo que hemos atestiguado son profesionales que se enamoraron de su título, que se embobaron con sus firmas, aquellos que se preocupan en figurar; aquel profesional que dejó de reflexionar, aquel profesional que – pese a su profesionalismo – termina cayendo en el adocenamiento, en el cumplimiento sacro santo de las reglas, rúbricas, bases o normas las cuales le son entregadas y que en la idiota y leal búsqueda del cumplimiento de las mismas, abandona esa cualidad que por antonomasia distingue al humano, el pensamiento crítico .

Un profesional que se enamora de su título como narciso enamorado de su imagen conlleva a un profesional que paulatinamente termina ignorando al otro, ese otro cuya vulnerabilidad le da significación a su profesión, ese otro que siendo un símil de Eco no puede generar la iniciativa en una conversación, en un proceso, en una institucionalización. Ya que es el profesional el que lo piensa, el que lo sitúa, el que lo diagnóstica, el que etiqueta como persona en situación de calle a la persona que por diversos motivos perdió el techo, como drogadicto a la persona que por razones variopintas abusa de sustancias, como delincuente al joven que por una infancia vulnerada no haya mejor manera de sobrevivir que quebrantar la norma que lo vulneró.

Estos otros, estos Ecos, que muchas veces terminan desvaneciéndose por el rechazo de aquellos Narcisos, que por lo general pertenecen a poblaciones vulneradas y vulnerables, los cuales cándidamente, o por una cruel esperanza, enaltecen de tal forma al profesional que terminan por divinizarlo, terminan pensando que todo lo arrojado por sus labios y hecho con su tiempo es por su bien, que todo lo que hacen es por algo mejor. Aquellos otros que tan acostumbrados a rechazos e indiferencias acaban pensando que cada acto de preocupación, empatía y gestión es digna de exaltación, de publicación, de divulgación, de santificación, provocando en el profesional un aire de benefactor. Una acción que debe ser compartida, que debe ser difundida, una acción digna de contar en familia, en reunión. Una acción que desvergonzadamente debe ser subida a las redes sociales sin siquiera pedir el permiso. Una acción que sirve de borrador a todas aquellas malas praxis hechas durante su gestión.

Se genera el hecho asombroso de que ese acto de empatía, de gestión y de trabajo es el olvidado motivo por el cual el profesional es profesional y el por qué está ejerciendo su profesión. Acostumbrando a su paciente, a su participante, a su beneficiario y/o alumno al rechazo, a maltrato, y al abandono. Pero no gratuitamente, ya que eventualmente migajas caerán del banquete que mes a mes surge por el denodado intento de cumplir las metas, de congraciarse con la autoridad visitante, de gastar apresuradamente los recursos asignados, o simple y llanamente evitar una revuelta causada por la amenaza latente de un reclamo, de una denuncia, de un levantamiento de la información que a viva voz es un secreto guardado, cuyo conocedor es cualquier mortal levemente informado.

Aquellos profesionales tan absortos en su amor propio, que muchas veces ignoran su mediocridad, su mendacidad, su maledicencia e ineptitud, que por muy abultado que tengan sus antecedentes curriculares, con suerte saben hilar bien una simple oración, o peor aún, con suerte terminan por saber la profundidad que configura a sus otros como otros. Aquel profesional que se vuelve banal, aquel profesional que se dedica a seguir las reglas y a cumplir las metas, aquel profesional que en su ignorancia termina vanagloriándose por haber hecho de forma anecdótica lo que realmente tiene que hacer día a día y por lo que además, le dan su salario.

Peligroso es tener a estos profesionales absortos en sus reflejos, en sus títulos, ya que ignoran el eco constante del otro, aún más temible, embobados en sus ganancias suspenden el interruptor del pensamiento, aquel que facilita el cuestionar y subvertir aquellas reglas, aquellas normas que muchas veces obedecen a un interés particular, sin una previa conversión a la realidad local.

¿Existirá en nuestra ciudad aquel profesional narciso? ¿Existirá en nuestra ciudad el eco del otro desvanecido en el abandono? ¿Existirá aquel profesional que simple y cómodamente dejó de pensar?

 

José Jirón Diaz

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